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Hacedores de círculos: Lección 2

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El Círculo de la Obediencia

(Josué 5:13-16) Para fortalecer nuestros círculos de oración, primero necesitamos trabajar en el círculo de la obediencia. No fue el tamaño de Jericó lo que intimidó a los Israelitas. Fueron sus inmensas murallas fortificadas. Jericó era un puesto militar ubicado en una de las rutas de comercio más importantes en el Medio Oriente. Había sido fortificada de manera excesiva para permanecer ante cualquier ataque del enemigo y mantener la ruta de comercio abierta. Los Israelitas no podían rodear Jericó sin destruirla porque eso los dejaría expuestos a un ataque por detrás. Los israelitas nunca habían visto una ciudad tan fortificada. Había dos murallas; la primera tenía dos metros de ancho y la segunda medía diecisiete metros de alto. Parecía ser una situación imposible.

  • De rodillas con los pies descalzos en sumisión

Antes de que Josué conquistara Jericó, tuvo que rendir su vida antes de irse a la batalla, así que salió a caminar para ver la ciudad, buscando la mejor manera de atacar. De repente, Josué vió a un hombre de pie con una espada desenvainada en su mano. Josué no era un cobarde, así que se aproximó al hombre y lo retó, “¿Eres de los nuestros o de nuestros enemigos?” “No,” respondió el hombre, “pero como Príncipe del ejército del Señor he venido ahora.” La respuesta de Josué fue instantánea; se quitó el calzado como se lo había ordenado Él Príncipe y se postró en adoración. Sabemos por la historia que este no era un ángel cualquiera, porque solo la presencia de Dios puede hacer un lugar santo, y se nos prohíbe estrictamente adorar alguien o algo que no sea Dios. 

La primera lección que aprendemos es que Dios viene para recibir nuestra entrega o rendición, no nuestras sugerencias. Él es más sabio que nosotros. La segunda lección es que la presencia de Dios incluso puede hacer de Jericó un lugar santo. ¡En donde sea que Dios esté, es sagrado! No fue sino hasta que Josué se rindió que Dios le dio el plan de batalla para la victoria. 

  • Camina en obediencia silenciosa 

El plan de batalla para la victoria sobre Jericó, que Dios le dio a Josué, parecía una idea loca. Era un plan para dibujar círculos alrededor de Jericó. Era el círculo de la obediencia. Todo el ejército de Israel debía marchar alrededor de Jericó una sola vez durante seis días, y en el séptimo día marcharían siete veces alrededor de la ciudad. Tenían que marchar en silencio mientras los sacerdotes que iban delante del arca tocarían las trompetas. Parecía ser una idea tonta. ¿De qué serviría esto? 

Esto no parecía ser una estrategia militar. En lugar de que los soldados hubieran tomado un acercamiento activo como, lanzar rocas o tirar flechas en llamas. Puedo imaginarme a los soldados teniendo pensamientos como, derribemos las puertas, escalemos las murallas, o cortemos el suministro de agua de la ciudad, pero eso no era lo que Dios le dijo a Josué ¿De qué sirve marchar en silencio alrededor de una ciudad?

La primera lección que aprendemos es que la obediencia es la forma más grande de adoración. No podemos vivir una vida de fe mientras caminamos en desobediencia. Debemos permanecer en las promesas que Dios nos ha dado. La segunda lección, es mantener nuestras bocas cerradas. Muchas victorias se pierden a causa de nuestras palabras de incredulidad. Los soldados no debían decir ni una sola palabra, pero estoy seguro que estaban orando en silencio. Podemos orar en nuestra mente, y Dios escucha nuestros pensamientos. 

  • Grita fuerte en victoria

En el séptimo día después de rodear la ciudad, por un total de trece veces, los sacerdotes dieron un largo soplo a los cuernos de carnero, y Josué ordenó al ejército dar un grito fuerte de victoria. El pueblo no solo gritó, ¡Ellos dieron un gran grito de victoria! Gritaron con todas sus fuerzas, y los muros cayeron. 

Esto también nos enseña lecciones importantes; primero, Dios ya nos ha dado la victoria. Dios le dijo a Josué, “Mira, he entregado en tu mano a Jericó…” (Josué 6:2 LBLA) La victoria fue declarada antes de que la batalla comenzara, pero ellos aún tenían que rodear la ciudad por obediencia. La victoria es un regalo de parte de Dios. 

La segunda lección es que los grandes gritos de fe producen grandes victorias. Es asombroso descubrir que en la batalla de Jericó, el enemigo fue completamente destruido, pero ni uno de los soldados israelitas fue asesinado. La victoria está completa cuando dibujamos un círculo de oración. ¡Solo Dios puede hacer eso!

¡Dibujemos un círculo de obediencia!

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