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Hacedores de círculos: Lección 4

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El Círculo de la Grandeza

(Números 11:18-22) Los israelitas siempre estaban listas para quejarse y siempre había algo por lo cual quejarse. Esta ocasión fue sobre la comida.

  • Los quejumbrosos hambrientos 

La memoria es muy selectiva. Los israelitas comenzaron a pensar en todo el pescado que comieron en Egipto, pero se olvidaron sobre ser esclavos y sus bebés siendo asesinados.  Si no eres libre, entonces la comida no es gratis. Es asombroso que ellos estaban pidiendo por un milagro mientras vivían en medio de un milagro. Dios había obrado muchos milagros para traerles hasta ahí y estaba proveyendo comida para ellos todos los días. 

Debemos recordar que nosotros también vivimos en medio de milagros que están en curso diariamente. Físicamente, cada uno de nosotros tiene cinco litros de sangre la cual está siendo bombeada por nuestro corazón a 12,000 millas diarias por medio de una red de 60,000 millas de venas y arterias. Vivimos en un planeta que está viajando a través del espacio a 67,000 millas por hora y girando sobre su propio eje a 1,000 millas por hora. ¡Vivimos en un milagro!

  • El profeta desesperado 

Moisés estaba empezando a sonar como las personas que él estaba liderando. (Números 11:10-15). Él cree que está orando, pero sonaba más como una queja. Él comenzó a calcular cuánta carne se necesitaría para alimentar a 6,000 hombres, además de todas las mujeres y los niños, y era una enorme cantidad de comida. Él tenía que decidir si le iba a creer a Dios por un milagro y rodear (dibujar un círculo alrededor) su problema en oración, o si iba a ser un quejumbroso más como los israelitas. 

Los hacedores de círculos son personas que toman riesgos. Dibujar círculos de oración parece un ejercicio sin sentido. La fe es la voluntad de verse como un tonto y entre más grande dibujemos ese círculo, más tontos nos veremos. ¿Qué hacemos cuando la voluntad de Dios no cuadra? ¿Vamos a confiar en Dios o no?

Alaba a Dios, Moisés tomó la decisión correcta y eligió creerle a Dios. Él fue y le dijo al pueblo lo que Dios le había dicho. Su mente lógica estaba gritando, “NO,” pero su fe estaba susurrando, “Sí.” Él estaba arriesgando su reputación como líder al remarcar su problema. Uno de los más grandes riesgos que tomamos es el riesgo de perder nuestra reputación, pero para poder experimentar un milagro, tenemos que tomar un riesgo. No podemos edificar la reputación de Dios a menos que estemos dispuestos a arriesgar la nuestra. 

La aritmética para resolver este problema simplemente no cuadraba, pero las matemáticas no eran el problema de Moisés; esto era el problema de Dios. Con frecuencia dejamos que el “cómo” Dios va a hacer algo estorbe lo “qué” Dios quiere hacer, y como no podemos descifrar cómo Dios lo hará, no hacemos nada. 

  • El Dios asombroso 

Moisés estaba tratando de descifrar una manera en que Dios pudiera alimentar a muchas personas por todo un mes y parecía no haber una manera lógica. ¿Quería Dios que ellos sacrificaran todos sus rebaños de ovejas y ganado para proveer carne? Moisés se puso muy dramático y le dijo a Dios que se requeriría de todos los peces del mar para poder alimentarlos. 

Él estaba usando su mente natural para tratar de resolver el problema cuando él debería haber estado usando su fe. La fe no viene por medio del pensamiento carnal; viene por medio de nuestro espíritu. Él estaba dejando que sus emociones controlaran sus decisiones y sintió que era una tontería prometerles a los israelitas carne para comer. 

Dios le retó, “¿Acaso el poder del Señor es limitado?” Moisés sabía de todos los milagros que Dios realizó en Egipto, pero cuando un nuevo problema se levantaba él olvidaba rápidamente los milagros del pasado. La manera en que Dios elige para suplir sus necesidades vino como una sorpresa total. Dios está lleno de sorpresas. Él envió un viento recio que soplaba desde el mar y trajo consigo millones de codornices al lugar donde ellos estaban acampando. Literalmente comenzaron a llover codornices. Estaba nublado con probabilidad de lluvia de codornices. Para el momento en que dejó de llover, las codornices estaban apiladas a tres pies de profundidad en un círculo de treinta millas de ancho. 

Las codornices son pequeñas pero muy sabrosas. No pueden volar bien y nunca hubieran volado esa distancia desde el mar. El viento del cielo las llevó hasta ese lugar. Todos los israelitas reunieron un mínimo de 50 galones de codornices. Se estima que alrededor de 105 millones de codornices llovieron del cielo ese día. Dios es el Dios de la multiplicación. Cuando nosotros decidimos tener fe en Dios; siempre está nublado con una probabilidad de lluvia de codornices. 

¡Dibujemos un círculo de grandeza!

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