(Lucas 22:42) La oración es el eje que sostiene el volante de la vida.
Oramos como si el objetivo principal de Dios es hacernos sentir cómodos, cuando eso no es la verdad. El objetivo principal de Dios es cumplir los propósitos de Su Reino y algunas veces eso involucra cosas que pueden traer dolor a nuestras vidas. Jesús le dijo a los discípulos de Juan, el Bautista, “Y bienaventurado es el que no se escandaliza de Mí.” (Mateo 11:6) uno de nuestros principales objetivos en la vida debe ser vivir sin ofensas hacía Dios. Hay muchas personas quienes están molestas con Dios. Como el hijo de Adán y Eva, Caín, están molestos con Dios y van a descargar su enojo con sus hermanos. Vivir sin ofensas es vivir rendido a la soberana voluntad de Dios. La oración no solo cambia las cosas, nos cambia a nosotros.
La parte más fácil sobre la oración es mientras hablamos. La parte más difícil es cuando dejamos de hablar. La parte más difícil es escuchar y obedecer. Tenemos que aprender a escuchar los susurros del Espíritu Santo y rápidamente responder a Su voz. Experimentamos conflicto cuando Él nos pide que hagamos algo que no queremos hacer y por lo general esto implica dolor.
Un clásico ejemplo de esto es la cruz de Cristo. Jesús decidió enfrentar la última prueba de Su vida en oración. Él es nuestro máximo ejemplo. Es asombroso que incluso Jesús fue forzado a decidir entre Su voluntad y la voluntad de Su Padre. Le escuchamos orando, “…pero no sea como yo quiero, sino como Tú quieras.” (Mateo 26:32-46 LBLA) La clave para dibujar un círculo de oración alrededor de la incomodidad es la sumisión.
En el día de Pentecostés las personas estaban asombradas y perplejas. (Hechos 2:12) Ellos estaban asombrados porque sabían que algo sobrenatural estaba sucediendo. Fue asombroso escuchar a los galileos hablar en lenguas que nunca habían aprendido, pero también ellos estaban perplejos. Ellos sabían que esto era un milagro, pero no podían entender lo que significaba.
El apóstol Pedro experimentó algo similar cuando Dios le dio una visión de todo tipo de animales, animales que él como judío nunca antes había comido. En la visión él escucha una voz que dice, “Levántate Pedro, mata y come.” (Hechos 10:12-14) Pedro se rehusó diciendo que nunca antes había comido algo que no respetase las normas de los rituales del judaísmo. Dios es capaz de darnos una visión más allá de nuestra capacidad para comprender, y es en este lugar de hacer lo fuera de lo común donde muchas personas dejan de seguir a Dios. El miedo a lo desconocido vence su fe y ellos se rehúsan a obedecer a Dios.
El apóstol Pablo escribió, “Ahora conozco en parte.” (1 Corintios 13:12) Es imposible saberlo todo. No somos Dios. Esta es la razón por la que Dios nos pide que vivamos por fe. Como Adán y Eva en el jardín de Edén muchas personas están eligiendo comer del árbol del conocimiento en lugar de comer del árbol de la vida. Pero la Palabra de Dios nos dice que “por la fe entendemos…” (Hebreos 11:3 LBLA) Debemos buscar a Dios en lugar de buscar respuestas. Si buscamos respuestas no las encontraremos, pero si buscamos a Dios las respuestas nos encontrarán.
La oración añade el elemento sorpresa a nuestras vidas. Con Dios todo es posible en cualquier momento. Nunca sabemos cuándo Dios se va a revelar y nos sorprenderá. Debemos venir a esperar lo inesperado de parte de Dios porque Él es predeciblemente impredecible.
Esta es una razón principal por la que muchas personas caen en la tentación del pecado. Ellos se permiten el aburrirse de la vida. Aquellos que estudian la adicción a las drogas nos dicen que una de las razones por las que los jóvenes consumen drogas es por el aburrimiento.
Si no estamos abiertos a los cambios estamos condenados a repetir la historia. En vez de abrazar un nuevo mover de Dios, volvemos a caer en la rutina de las viejas rutinas. Si tenemos al Dios de lo inesperado obrando en nuestras vidas, nunca sabemos cuándo Dios va a usarnos para cambiar la historia. Cuando aprendemos a vivir en un modo (estilo de vida) de oración vivimos con una santa anticipación de Dios haciendo algo que se creía imposible, y entre más oramos más experimentamos sorpresas santas.
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