(Daniel 1:9 y Ester 2:17) El favor (gracia) de Dios es revelado en las cosas que Dios hace por nosotros las cuales no podemos hacer por nosotros mismos. El favor es una bondad inmerecida. “…nada bueno niega a los que andan en integridad.” (Salmo 84:11) La habilidad de Dios para dar excede nuestra habilidad para recibir. Dios quiere bendecirnos mucho más de lo que nosotros anhelamos las bendiciones de Dios y Él promete rodearnos con Su favor (Salmo 5:12). Su favor se convierte en un escudo. Lucas dice que Jesús “crecía” en favor para con Dios y los hombres (Lucas 2:52). Nuestras relaciones deben de estar vivas y en crecimiento.
Cualquier cosa que esté viva debe de estar creciendo y eso incluye el favor. Mientras vamos envejeciendo nuestra fe debe de ir en aumento porque hemos visto la fidelidad de Dios en nuestras experiencias pasadas y eso debe de darnos una mayor fe. La fidelidad de Dios año tras año debe de aumentar nuestra habilidad de creer, y una mayor fe debe de provocar en nosotros el dibujar círculos de oración aún más grandes.
El sabio judío, Honi creía que aún cuando no podemos escuchar a Dios; Dios puede escucharnos. Todo milagro tiene una genealogía y si trazamos los milagros desde sus inicios encontraremos un círculo de oración.
Nuestras oraciones no tienen fecha de caducidad. Mientras Dios preparaba a Josué para dirigir a los israelitas para entrar a Canaán Él dijo, “Como le prometí a Moisés.” (Josué 1:3) Lo que Dios estaba preparando para hacer en la vida de Josué fue un resultado directo de una promesa que Él hizo a Moisés muchos años antes. Los milagros son el resultado de las oraciones hechas por nosotros o para nosotros. Al final de su vida Moisés hizo una de las más grandes promesas del favor de Dios cuando él dijo, “Y la gracia del que habitó en la zarza ardiente.” (Deuteronomio 33:16) Moisés experimentó la zarza ardiente. Él conocía la transformación que tomó lugar en su vida cuando se encontró con Dios cara a cara, y les estaba prometiendo el mismo tipo de gracia (favor). Entre más vivo más desesperadamente anhelo la gracia de Dios. No puedo vivir sin las bendiciones de Dios.
Dios nos da uno de los más grandes ejemplos de su gracia (favor) en la vida de Daniel y Ester. Daniel era un esclavo en Babilonia y aún así él experimentó continuamente el favor para con los hombres. La gracia (favor) que recibió vino como un resultado directo del favor de Dios. Él experimentó el favor con Aspenaz, el jefe de los eunucos de Nabucodonosor, (Daniel 1:9), y finalmente con los reyes de los medos y persas, Darío y Ciro. (Daniel 6:28)
Durante el reinado de Darío, el medo, Daniel se enfrentó con la tentación de comprometer su vida de oración. Él era conocido por abrir su ventana hacia Jerusalén y orar tres veces al día. (Daniel 6:10) ¿Por qué haría esto? La Biblia no da una orden exacta de mirar hacia Jerusalén. Jerusalén era el enfoque de sus oraciones. Dios no responde oraciones vagas (imprecisas o inciertas). Si nuestras oraciones son aburridas para nosotros no serán inspiradoras para Dios. Ver hacia Jerusalén mantenía a Daniel enfocado en su sueño. “Donde no hay visión, el pueblo perece.” (Proverbios 29:18) Y lo opuesto también es cierto; donde hay una buena visión el pueblo prospera. La visión inicia con la visualización. Si tú puedes mostrarme tu visión, yo puedo mostrarte tu futuro. Debemos pedirle a Dios que nos de una visión más allá de nuestros recursos. Esto es soñar en grande.
(Daniel 10:12) La oración era parte del estilo de vida de Daniel. No solamente oraba cuando estaba en problemas. Oraba continuamente todos los días.
En el día veintiuno de la oración de Daniel el ángel Gabriel apareció. Cuando finalmente llegó le dijo a Daniel que su oración había sido oída en el cielo desde el primer día en que él oró. ¿Qué hubiera pasado si Daniel hubiera dejado de orar? Obviamente, no hubiera habido nadie esperando recibir la respuesta cuando llegara. La razón por la que muchas personas dejan de orar es porque creen que han fracasado. Dudamos de Dios porque dudamos de nosotros mismos. Debemos aprender a orar hasta que llegue la respuesta. “Determinarás asimismo una cosa, y te será firme.” Job 22:28
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